domingo, 10 de octubre de 2010

Los frutos de la vida

Para mí, la realidad son todos los momentos, tanto malos como buenos, que uno vive. Gracias a estos momentos uno sabe lo que significa amar, valorar, ayudar, sonreír, llorar, comprender, etc. En base a estas experiencias el ser humano moldea su forma de ser, de sentir y de pensar.
Los malos recuerdos no siembran frutos buenos; sus frutos son agrios y amargos, a la larga pueden perjudicar el alma, el cuerpo y/o el de los seres queridos. En cambio el fruto de los buenos recuerdos está lleno de deliciosos sabores dulces, los cuales aportan una pequeña dosis de bondad y sabiduría para el corazón y mente. Para en verdad saber lo que es la realidad se necesita probar estos dos frutos, ya que al conocer la sensación que produce cada fruto, uno como persona será libre de elegir cual fruto es el que quiere seguir saboreando y de cual debería alejarse.  Yo, elijo el fruto dulce porque es el que me da paz espiritual y mental. Aunque en ocasiones pruebo el fruto agrio, trato de sacarle provecho a este, a través de los errores es como uno aprende a seguir el camino del bien. ¡Hay que degustar la vida al máximo!

La salvación eterna

Me he dado cuenta que vivimos en un mundo realmente materialista. Le damos mucha importancia a lo qué dirán los demás, a los bienes materiales que poseemos, entre muchas otras cosas. Tristemente, nosotros como hijos de Dios, nos estamos alejando cada vez más de El. Al alejarnos de El, nos estamos olvidando de nuestra salvación eterna.   Hoy en día mucha gente esta distraída por las tentaciones y las cosas materiales que fueron creadas por el mal para descarrilarnos del verdadero objetivo de la vida que es la búsqueda de la salvación de nuestra alma.  Deberíamos de enfocarnos en lo que en realidad es importante y en alejarnos de las distracciones que al final de cuentas no sirven de nada.
 Si queremos ser salvados por Dios debemos de  promulgar y creer que Jesucristo es nuestro salvador, que murió en la cruz para el perdón de los pecados de toda la humanidad, que está en la gloria con nuestro padre, Dios; y que de nuevo vendrá a juzgar a vivos y muertos; y su reino no tendrá fin. Sí, durante nuestra estancia en el mundo terrestre promulgamos ésta fe, automáticamente estamos exentos por Dios y seremos bien recibidos en su Reino. En cambio, sí nos la pasamos perdiendo el tiempo en el mundo terrestre, al morir, Dios nos juzgara por nuestros pensamientos, palabras, obras y omisiones. Las cosas que hiciste, así como las que no hiciste serán juzgadas por nuestro Señor.
Debemos de cambiar nuestra forma de vivir la vida. Tenemos que enfocarnos en la salud de nuestro cuerpo espiritual y no en la de nuestro cuerpo físico, ya que este último se convertirá en polvo y el otro simpre vivira en nosotros.